Conversaciones incómodas Vs Conversaciones EXITOSAS.

Por Maite Elorga

Las conversaciones incómodas suelen gestarse. Son conversaciones que no salen tan fácilmente. Surgen de situaciones que no se abordaron, que se dejaron pasar, incluso quizás hasta se minimizaron. Pero algo que nos hace ruido queda allí alojado, y muchas veces se va enquistando y tomando peso.
El cuerpo nos ayuda a detectarlas. Las podemos sentir en la garganta, como un nudo, o algo atravesado que no sube para decir lo que realmente sentimos, ni baja para ser digerido. Las encontramos también en el pecho, pesadas, como una angustia o tristeza. Y están esas que nos rondan en la cabeza día y noche, o nos hacen apretar los puños de bronca, o incluso de impotencia, y las que nos dan algún tipo de vértigo y se sienten en la panza, como la caída alta de una montaña rusa.

Todas ellas tienen un denominador común… o mejor dicho, dos:
Por un lado, la creencia de que tener esa conversación va a transformar nuestra relación con la persona con quien la tenemos que tener.
Por otro, hay algo que nos molesta, o nos hirió, o sentimos que hay un límite que se transgredió, hay algo que estamos “perdiendo”, o nos estamos “exponiendo”.

En lo personal, crecí con el mandato firme de agradar a todo el mundo, lo cual además de ser imposible, demanda muchísima energía. Y una de las dificultades mayores de ese mandato es poder decir “no”, o darle relevancia a mi propio bienestar. Siempre “el otro” estaba primero, y mi misión era siempre postergarme con una sonrisa. Siempre agradar, cueste lo que cueste. Pero lo real es que ese mandato me fue funcional durante mucho tiempo… durante la mayor parte de mi vida. Me abrió muchas puertas y muchas relaciones, algunas con personas que se beneficiaron de ese mandato tan instalado, y muchas otras que aun cuando aprendí a decir “no”, se mantuvieron en mi vida y hoy tengo con ellxs una relación mucho más sana.


Sin duda que una conversación puede transformar una relación, pero no necesariamente para mal. Y en todo caso, qué pasa con esa relación hoy, con esto que crece sin decirse?, no la está cambiando esto ya?. Cuál es el precio que se paga?. Qué se resigna o posterga?. Quién se resigna o posterga?.

A mí me costó mucho reconocer ese mandato en mí, pero me ayudó haberme dado cuenta de que eso que había sido funcional para mí, no solo ya no lo era, sino que me relegaba a un lugar que no me gustaba. Fue todo un aprendizaje!. Y al principio me daba la sensación de que cada vez que decía que no, de mi boca salía algo así como un ladrido. De a poco y con ayuda, fui encontrando formas de decir “no” que me resultaron afines, que me permitieron pulir de a poco una forma propia que me considerara en mi bienestar, sin dejar de ser yo.

Estrategia: Es una mala palabra?. Para muchas personas sí… les hace ruido, la asocian con una actitud fría… calculadora.
Yo la entiendo de otra manera, sin tintes negativos (eso va en la intensión de quien habla, no en la palabra en sí misma).
Para mí  la “estrategia” es conocernos. Saber dónde flaqueamos. Reconocer qué valor sentimos vulnerado, hablar desde nosotros.
La estrategia es conocer al otro, hablarle “en su idioma”, que nos entienda.
La estrategia es proponer una alternativa.
La estrategia es planificar: Cuándo, dónde, cómo vamos a tener un mejor resultado, o seremos escuchados con atención y predisposición para lograr eso que buscamos.
Es tener en cuenta las trabas que podríamos encontrar, es tener plan A, B y Z.

Parece difícil, puede serlo al principio. Pero no es imposible, y es una habilidad que se entrena.

6931920-12798.jpg

Encontrá lo que buscás

Imágenes: Freepik